Jacinto, del que ya hablé anteriormente,se
enteró que unos conocidos suyos iban a organizar un festival en un pueblo llamado Sotos, en la provincia de Cuenca.
Daban poco
dinero,
pero habló por mí
ofreciéndose a correr con lo que
faltara,que si bien no era mucho,
pero habló por mí
ofreciéndose a correr con lo que
faltara,que si bien no era mucho,
sí lo era
para para un hombre
que se ganaba la
vida vendiendo
tabaco. Eran dos socios, uno de
Guadalajara, que organizaba
capeas de pueblo y ayudaba a
capeas de pueblo y ayudaba a
Jose Luis Sedano,un novillero
Alcarreño,a quien yo conocía de
la Casa de Campo.El otro era
deValladolid.Y vecino mio,pero
desconocía que se dedicara a
montar estos festejos. . Cartel fue el siguiente: José Luis Sedano, Juan Lucas, Curro Flores, y yo..
De la que formé ese día todavía no soy muy consciente.
Alcarreño,a quien yo conocía de
la Casa de Campo.El otro era
deValladolid.Y vecino mio,pero
desconocía que se dedicara a
montar estos festejos. . Cartel fue el siguiente: José Luis Sedano, Juan Lucas, Curro Flores, y yo..
De la que formé ese día todavía no soy muy consciente.
Después del festival
estaban todos locos conmigo, el maestro
Agustin Parra Parrita. que ayudaba a JUAN LUCAS, me tocó por medio de un
banderillero para llevarme. El Cacerolo, que ayudaba a Sedano, me ofreció unas
cuantas actuaciones, todos los banderilleros me daban sus teléfonos, y Sedano
dejó de hablarme.siendo un novillero muy placeado e incluso había toreado con caballos en vistalegre.
Cuando llegamos a Madrid
le devolvieron el dinero a Jacinto.
Me
dieron Fuensalida y Priego de cuenca. En este último pueblo cuando
daba la vuelta al ruedo me
tiraron un jabato, y al echarle mano el banderillero le pegó tal mordisco
que casi le arranca un dedo.
Nos
lo comeríamos más tarde en mi barrio con la cuadrilla, los apoderados y Jacinto,
quien hizo posible que empezaran a ponerme en
festejos con los que ir aprendiendo el difícil arte de torear.
Luego
vendrían , Peñalver (pueblo de la
Alcarria famoso su miel), Tendilla, y dos
Festivales.
El seis de Junio con Antoñete, Victoriano Valencia, EL Paquiro, EL
Macareno, y Chano Chiclana.
Me compraron capotes, muletas, y me hicieron publicidad por toda Guadalajara. El día que toreaba por esos pueblos, se arremolinaba un montón de seguidoras en el hotel donde me vestía.
Me compraron capotes, muletas, y me hicieron publicidad por toda Guadalajara. El día que toreaba por esos pueblos, se arremolinaba un montón de seguidoras en el hotel donde me vestía.
Yo lo tenía muy claro, no podía sucumbir a mis deseos de salir con alguna de ellas, mi meta era ser figura del toreo, y tenía que sacrificar muchas cosas que un joven como yo deseaba hacer.
El
trece de Junio, Bienvenido Lujan me dio
también unos cuantos festejos.
Entre
ellos recuerdo el de Ejea del Albarracín, un pueblo entre Cuenca y Teruel donde
los toros eran utreros de Benito Mora, habiéndoles
toreado los mozos por la mañana, quedé con mi traje corto total mente roto por las cogidas
que sufrí, yéndome calentito de ese precioso pueblo de la serranía de Cuenca.
Los
Festivales con figuras fueron deficitarios, y comenzaron las desavenencias
económicas entre El Cacerolo y su socio.Necesitaban ganar dinero, así que empezaron
a organizar pueblos de capeas y de vez en cuando novilladas.
Yo
debía matar los toros de capeas, tragedias, que no me iban nada , ya que una cosa era
tragarme una de vez en cuando, y otra muy distinta tener que hacerlo todos los
días.
Mi
deseo era aprender para ir a las ferias de categoría y no en quedarme en
matatoros con ganado resabiado de cuatro o cinco años con el que no se aprendía
a torear, y debido a ello comenzaron los malos entendimientos.
En
una ocasión me dejaron en una de estas tragedias con la clásica frase de “no
pasa nada”. Pero sí pasó… El toro no
quería entrar en los corrales que tenían dispuestos y empezó a dar problemas
repartiendo cornadas a los mozos, llegando incluso a romperle la cabeza a un
hombre en una voltereta.
Y yo allí solo, con un capa que no daba la cara.
Llegó
el alcalde ordenando que matara el toro, y yo ni corto ni perezoso le dije que
si no veía dinero no me ponía delante. Des pues de unas negociaciones,le
saqué lo que iban a dar a los apoderados más un buen pellizco, y cuando éstos se
enteraron, me quitaron los capotes, las muletas, y no volvieron a darme un
pitón nunca más.
Buscaron un guerrero al que podían sacar más
provecho, y es que la relación entre los toreros y apoderados, o personas que
nos ayudan es muy delicada, ya que cada uno tiene sus limitaciones.
Siempre me he
preguntado por qué nunca llegué a irme con Agustin Parra Parrita, un matador que me hubiera dado tentaderos y me
hubiera explicado técnica del toreo, una gran figura de la época de MANOLETE, que conocía
la grandeza de este arte.
Salvé esa temporada, pero preveía las futuras con la sola ayuda de
Bienvenido.
Aun habiendo toreado ese
año en dieciocho ocasiones entre festivales y novilladas,
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