TEMPORADA 71

TEMPORADA 71 


Jacinto, del que  ya hablé anteriormente,se enteró que unos conocidos suyos iban a organizar un festival en un pueblo llamado Sotos, en la provincia de Cuenca. 

Daban poco dinero, 
pero habló por 
ofreciéndose a correr con lo que
faltara,que si bien no era mucho,
sí lo era para para un hombre
que se ganaba la vida vendiendo
tabaco.Eran dos socios, uno de 
Guadalajara, que organizaba 
capeas de pueblo ayudaba a
Jose Luis Sedano,un novillero 
Alcarreño,a quien yo conocía de
la Casa de Campo.El otro era
deValladolid.Y vecino mio,pero  
desconocía que se dedicara a
montar estos festejos.                                                                  .                                                     Cartel fue el siguiente: José Luis Sedano,  Juan Lucas, Curro Flores, y yo..                                       
De la que formé ese día todavía no soy muy consciente.
Después del festival estaban todos  locos conmigo, el maestro Agustin Parra Parrita. que ayudaba a JUAN LUCAS, me tocó por medio de un banderillero para llevarme. El Cacerolo, que ayudaba a Sedano, me ofreció unas cuantas actuaciones, todos los banderilleros me daban sus teléfonos, y Sedano dejó de hablarme.siendo un novillero muy placeado e incluso había toreado con caballos en vistalegre.

Cuando llegamos a Madrid  le devolvieron el dinero a Jacinto.

Me dieron Fuensalida  y  Priego de cuenca. En este último pueblo cuando daba  la vuelta al ruedo me
 tiraron un jabato, y al echarle mano el banderillero le pegó tal mordisco que casi le arranca un dedo.                                                                                                                  
Nos lo comeríamos más tarde en mi barrio con la cuadrilla,  los apoderados y Jacinto,
quien hizo posible que empezaran a ponerme en festejos con los que ir aprendiendo el difícil arte de torear.                                                                                                                                                                    
Luego vendrían ,  Peñalver (pueblo de la Alcarria famoso su miel), Tendilla, y  dos Festivales.
El seis de Junio con Antoñete, Victoriano Valencia, EL Paquiro, EL Macareno, y Chano Chiclana.
Me compraron capotes, muletas, y me hicieron publicidad por toda Guadalajara. El día que toreaba por esos pueblos, se arremolinaba un montón de seguidoras en el hotel donde me vestía. 
Yo lo tenía muy claro, no podía sucumbir a mis deseos de salir con alguna de ellas, mi meta era ser figura del toreo, y tenía que sacrificar muchas cosas que un joven como yo deseaba hacer.



El trece de Junio, Bienvenido Lujan  me dio también unos cuantos festejos.
Entre ellos recuerdo el de Ejea del Albarracín, un pueblo entre Cuenca y Teruel donde los toros eran utreros de Benito Mora, habiéndoles toreado los mozos por la mañana, quedé con mi traje corto total mente roto por las cogidas que sufrí, yéndome calentito de ese precioso pueblo de la serranía de Cuenca.

Los Festivales con figuras fueron deficitarios, y comenzaron las desavenencias económicas entre El Cacerolo y su socio.Necesitaban ganar dinero, así que empezaron a organizar pueblos de capeas y de vez en cuando novilladas.
Yo debía matar los toros de capeas, tragedias, que no me iban nada , ya que una cosa era tragarme una de vez en cuando, y otra muy distinta tener que hacerlo todos los días.
Mi deseo era aprender para ir a las ferias de categoría y no en quedarme en matatoros con ganado resabiado de cuatro o cinco años con el que no se aprendía a torear, y debido a ello comenzaron los  malos entendimientos.                          
En una ocasión me dejaron en una de estas tragedias con la clásica frase de “no pasa nada”.  Pero sí pasó… El toro no quería entrar en los corrales que tenían dispuestos y empezó a dar problemas repartiendo cornadas a los mozos, llegando incluso a romperle la cabeza a un hombre en una voltereta.                                                                                                                  
Y yo allí solo, con un capa que no daba la cara.
Llegó el alcalde ordenando que matara el toro, y yo ni corto ni perezoso le dije que si no veía dinero no me ponía delante. Des pues de unas negociaciones,le saqué lo que iban a dar a los apoderados  más un buen pellizco, y cuando éstos se enteraron, me quitaron los capotes, las muletas, y no volvieron a darme un pitón nunca más.

Buscaron un guerrero al que podían sacar más provecho, y es que la relación entre los toreros y apoderados, o personas que nos ayudan es muy delicada, ya que cada uno tiene sus limitaciones.

Siempre me he preguntado por qué nunca llegué a irme con Agustin Parra Parrita,  un matador que me hubiera dado tentaderos y me hubiera explicado técnica del toreo, una gran figura de la época de MANOLETE,  que conocía  la grandeza de este arte.
Salvé esa temporada,  pero preveía las futuras con la sola ayuda de Bienvenido.
Aun habiendo toreado ese año en dieciocho ocasiones entre festivales y novilladas,  





                  

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