CIUDAD RODRIGO
Cuando estaba llegando febrero, un amigo y yo decidimos acercarnos
a los carnavales de Ciudad Rodrigo. Los trenes salían de la estación del norte,
pero sin dinero había que burlar a los revisores y meterse en los vagones del
equipaje. Un
punto complicado era la travesía por El Escorial, pero para unos chicos con
tanta ilusión no había nada imposible,y como por la noche era más fácil pasar desapercibidos, buscamos el tren de mercancías que iba hacia
Fuentes de Añoro cerca de Portugal, y allá que nos fuimos a la aventura… Al llegar a CIUDAD RODRIGO teníamos que buscar un lugar donde guarecernos.
En esa época y a esas horas no fue fácil
ya que los bares habían cerrado.
Conrrado,un viejo capa, conocido por todos,nos orientó indicándonos
donde paraban los capas.
Tuvimos suerte, una casa abandonada sería
un buen lugar donde protegerse de las Inclemencias del invierno. Cuál sería mi sorpresa a la mañana siguiente al
comprobar que había al menos otros veinte aficionados más en las mismas condiciones, unos encima de otros, tapándose con los capotes y muletas.
ya que los bares habían cerrado.
Conrrado,un viejo capa, conocido por todos,nos orientó indicándonos
donde paraban los capas.
Tuvimos suerte, una casa abandonada sería
un buen lugar donde protegerse de las Inclemencias del invierno. Cuál sería mi sorpresa a la mañana siguiente al
comprobar que había al menos otros veinte aficionados más en las mismas condiciones, unos encima de otros, tapándose con los capotes y muletas.
Cuando ya estaban los caballistas empezando a mover los toros para el encierro, comenzamos a desempolvar nos y… a “buscarnos la vida”
Unos con novias del pueblo que les proporcionaban comida, otros de “mangutas”,y los más tímidos y cortados a pasar hambre, aunque esto se cura al cuarto día de
En
la plaza rectangular, de madera y con sabor añejo, el gentío alentaba a los
aficionados. Este pueblo es muy amable,
los parroquianos siempre nos trataron muy bien y por ese lado no había problemas, no
como en otros pueblos que los ánimos los daban con garrotazos.
Un
ruido inconfundible avisaba de la llegada de los toros, una avalancha humana
entró en el recinto, y segundos después empezaron a entrar los toros entre
carreras de los más jóvenes, llenándose la plaza de cabestros, toros y gente. Con suma maestría los organizadores metieron enseguida a los toros y cabestros en los corrales.
Una experiencia muy fuerte plagada de sonido, color, y olores inolvidables.
Una experiencia muy fuerte plagada de sonido, color, y olores inolvidables.

En un momento me vi delante del toro,me pego una arrancada limpia pudiendo pegarle el primer pase,pero
sin darme tiempo a reaccionar volvió a arrancarse y
acabé lógicamente volteado,con lo que ya no tuve
animo de volver a salir.En mi interior se libraba una lucha que me tenía angustiado, había experimentado una sensación única de miedo,y a la vez de satisfacción por haber conseguido mi reto.
Por otro lado,las sensaciones vividas me proporcionaban gran emoción.
Consciente del riesgo, me separe del mogollón y fui a recapacitar sobre todas estas sensaciones.
Me venía a la cabeza mi familia, el sufrimiento y la incertidumbre que estarían pasando,me preguntaba si valía la pena. Recordaba a su vez lo que el matador retirado me había comentado en aquella taberna,y la vida que estaba empezando a vivir.Me acordaba de mis padres y hermanos,y una vida sin tantas penurias.
Pero carente de emociones.la enfermedad de mi padre a quien el reuma le estaba deformando las manos, con una situación económica preocupante.
Sentado en un risco, contemplando las vegas de ese magnífico pueblo castellano, me sentía emocionado y sin saber qué rumbo tomaría mi vida.
Después de haber alimentado mi alma de torero le llegaba la hora de alimentar al cuerpo.
El estomago tocaba clarines y timbales con redobles…
Volví al centro del pueblo en busca de compañeros de fatigas,y les encontré en los bares donde aficionados y profesionales de toda España comentaban lo sucedido en la capea, todos me dieron la enhorabuena por no haber resultado herido en la voltereta.
La noche era un hervidero de gente,todos hablaban de toros en los bares,y en algunos se realizaban
coloquios de las peñas taurinas a donde se habían acercado ganaderos de la región.
Comentaban el comportamiento de los toros,novilleros y matadores para pegarles toques,para que les
encerraran vacas…y los noveles hambrientos de aprender y conocer gente del toro no perdíamos oportunidad de escucharles..
Volví al centro del pueblo en busca de compañeros de fatigas,y les encontré en los bares donde aficionados y profesionales de toda España comentaban lo sucedido en la capea, todos me dieron la enhorabuena por no haber resultado herido en la voltereta.
La noche era un hervidero de gente,todos hablaban de toros en los bares,y en algunos se realizaban
coloquios de las peñas taurinas a donde se habían acercado ganaderos
Comentaban el comportamiento de los toros,novilleros y matadores para pegarles toques,para que les
encerraran vacas…y los noveles hambrientos de aprender y conocer gente del toro no perdíamos oportunidad de escucharles..
Ya avanzada la noche unos capas nos orientaron sobre un pajar o pitaño
cerca del pueblo donde estaríamos más cómodos.Uno puso un trozo de tocino, otro un trozo de farinato y unas verduras que mangaron de una huerta, y se hizo un potaje que nos supo a gloria.
Después al calor de la lumbre empezaron a
contar aventuras y desventuras de los capas, y de ligues de los gaches que cada
uno había recorrido; conquistas y romances de capas viejos.
Comentaban que a las maduritas de los pueblos les cautivaban “los maletas” porque eran jóvenes y fuertes, pero también porque después de las fiestas desaparecían y en los pueblos no había chismorreos.
Comentaban que a las maduritas de los pueblos les cautivaban “los maletas” porque eran jóvenes y fuertes, pero también porque después de las fiestas desaparecían y en los pueblos no había chismorreos.
Al día siguiente, antes de que cantara el
gallo, ya estábamos en pie preparando los avíos para dar capa a los toros. Echaron un buey que tendría cerca de ochocientos o novecientos kilos, y un
cencerro que cada vez que embestía era una experiencia por la sensación que
daba. EL SUSO, uno de los capas con quien compartí la noche,
me alentó a ponerme delante mientras él amenazaba a los demás para que no se
cruzaran conmigo. Le pegué una tanda por la derecha que para mí fue
impresionante, la plaza era un volcán de júbilo, la gente no podía creer que un
buey embistiera de esa manera.
Al término de la capea, EL SUSO y otros compañeros pasaron el
guante.
Me saludaban en todos los sitios, me daban la
enhorabuena, y también empecé a sentir por primera vez la mirada de ciertos
compañeros, una mirada de competencia que antes no les afectaba… yo me sentía
importante.
Un
ganadero me invitó a un tentadero al día siguiente, para mí fue extraordinario
a pesar de que en
Salamanca las vacas las echan
muy chicas, y cuando termina el torero invitado, las vacas las dejan con pocos
pases.
En
los tentaderos quienes más pueden orientarte son los mayorales o picadores.
En
uno de ellos al que fui, un colega puso “la antena” en una conversación que
estaba manteniendo el mayoral, enterándose de que éste tenía siete vacas viejas
en un corral, y se disponía a llevarlas al matadero.
Era en una finca, nos acercamos y en un pesebre cercano a la finca, encontramos dos vacas lecheras,
las echamos fuera y nos
metimos a pasar la noche y protegernos del frió. El pesebre consistía en cuatro paredes.Con unos ventanucos que por más que intentáramos tapar con unos sacos, las jodidas vacas
los arrancaban a bocados.
Y si bien es verdad que el pesebre nos quitó
bastante frió del campo charro, los huecos que abrían las vacas dejaban entrar tal
corriente, que nos mantuvo toda la noche
ateridos de frió.
De
madrugada vino el amo con dos mozos bien criados y tuvimos que salir por patas.
Encontramos
el corral y efectivamente allí estaban las “vacorras”, cuatro ejemplares con
doce o catorce años que se dejaron torear.
Pero
entre la escarcha de la mañana y que los corrales eran pequeños, teníamos vacas
por todo los lados.
Dirigimos los pasos hacía la capital.Ya en esa preciosa ciudad rodeada de cultura por todos lados, pasaba el día frente al gran hotel que la gente del toro como ganaderos y matadores frecuentaba como punto de encuentro, y en el que los aficionados se mantenían al acecho para orientarse de posibles tentaderos.Recorríamos la Plaza Mayor, la cafetería “Las Torres”, y bares taurinos. Otro sitio al que no faltábamos a la hora de comer era “La Mendi “, un lugar en el que por muy poco dinero podías comer dos primeros calientes, un segundo, fruta, y que se llenaba de carrilanos y de capas que estaban caninos.
Los entrenamientos se hacían cerca de la Plaza de toros en unos jardines que llevaban unas monjas.
Allí iban matadores de nombre como Dámaso Gómez o Pascual Mezquita.También muchos aficionados, algunos muy peculiares no por sus triunfos si no por una fama que rondaba la delincuencia. Algo normal teniendo en cuenta que de aquella forma de vida tan dura debían salir peras podridas.
Pero es de justicia decir que de esa generación salieron así mismo muchos autodidactas en facetas del arte como la pintura, escultura, cantantes… pues era un mundo para gente con necesidad de expresar lo que llevaba dentro a pesar de no tener un gran nivel cultural en líneas generales.
Las noches y los días lluviosos eran largos.
Recorrer bares o permanecer bajo los soportales de la Plaza Mayor no era muy agradable, así que solíamos reunirnos en algún apartamento alquilado, ya que en las pensiones, los dueños nos tenían muy controlados.
En una ocasión fuimos unos cuantos a un apartamento que le tenían alquilado unos señores a un novillero de Sevilla al que estaban ayudando, este novillero escribía poesías heredadas de su padre que era un fenómeno en esta faceta, y se escribían en prosa o en verso.El apartamento era viejo, con las paredes desconchadas y bastante humedad, tenía una habitación pequeña con una mesa camilla redonda, un hornillo de carbón, y una bombilla pequeña como única fuente de luz.
Nos acompañaba una vieja radio en la que malamente se escuchaba a Rafael Farina, pero que te ayudaba a olvidar la pañi y el frio que hacían fuera.
Allí intercambiábamos opiniones de toreros y de tentaderos pasados, en las que solían salir rencillas y competencias.
Siempre había alguno que quería remendar a otro cantando más alto y fuera de tono.
Este novillero de Sevilla escribía poesías heredado de su padre que era un fenómeno en estas facetas y se escribían en poesía o en verso. Se puso a leer las cartas que se habían mandado padre a hijo.
BALADA PARA UN MALETILLA
POR QUERER SER TU TORERO
TOITA
LA NOCHE PASO,
SOÑANDO CON TOROS NEGROS
MIENTRAS TU SUEÑAS MARISMAS
Y
CAIRELES DE ORO VIEJO ,
Y
LENTEJUELAS DE ESPEJOS,
MIENTRAS TU CON LA MULETA
VAS
DIBUJANDO ARABESCOS,
Y UN TEMPLADO MOLINETE
TE
ACARICIA TODO EL CUERPO,
YA VES, LO QUE SON LAS COSAS,
¡YO
SUEÑO CON TOROS NEGROS ¡
Con esta poesía, reflejaba la incertidumbre y sufrimiento que sufrían nuestros
familiares por nuestros sueños, y a pesar de reconocerlo, nuestras ilusiones
eran tan grades que solo pensábamos en hacerlos realidad,
Fue una noche mágica ,entre tantas penurias
se respiraba arte por todos los lados de
esa pequeña y cochambrosa habitación ,todos los que asistimos a la velada nos
quedamos embrujados de la maestría que tenia tanto padre como hijo porque en
esa poesía estaba encerrado el sentimiento de un padre y las ilusiones de todos
nosotros.
A la mañana siguiente la mayoría fuimos a la central de la telefónica para comunicarnos con nuestros familiares, y a ver si las telefonístas nos orientaban de donde se podía estar haciendo campo, ellas se solían enterar, estaban muy solicitadas por todos nosotros, y si no era así coger los trastos y volver para casa.
A la mañana siguiente la mayoría fuimos a la central de la telefónica para comunicarnos con nuestros familiares, y a ver si las telefonístas nos orientaban de donde se podía estar haciendo campo, ellas se solían enterar, estaban muy solicitadas por todos nosotros, y si no era así coger los trastos y volver para casa.
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